martes, 8 de enero de 2013

Twilight Princess (XXI)

Hashi

El cervatillo sigue a su madre, su colita levantada es como un pequeño faro blanco. Yo me agacho, pegándome más a la rama de mi árbol, tratando de respirar lo más suavemente posible. Temo que una ráfaga de aire cambie la dirección del viento y lleve el olor a la madre y su cría, así que monto la flecha en el arco rápidamente.
Apunto.
Respiro hondo.
Un, dos, tres.
Abro los dos ojos, con la cuerda contra la mejilla.
La suelto.
Solo se oye el silbido de la flecha, un golpe seco. Crujidos de la hierba al paso de un animal espantado, un golpe sordo cuando mi víctima..., no, mi presa, cuando mi presa cae desplomada en el suelo.
El cervatillo queda tendido con las patas extendidas y los ojos muy abiertos mirando al vacío. Un hilillo de sangre corre desde su belfo hasta su cuello, la flecha le ha atravesado un pulmón antes de llegar al corazón.
Salto del árbol y corro a su lado, apenada por su dolor. Tengo que comer, y no me siento culpable por cazar, pero eso no quiere decir que me guste ver sufrir a una cría simplemente porque mi puntería no es tan buena como debería. El animalito ya está muerto cuando me arrodillo a su lado, y con un suspiro lo tumbo patas arriba y comienzo a hacer un corte profundo desde el ano hasta la garganta. De un solo tirón, saco todas las vísceras y las tiro sobre el suelo del bosque.
Sé que el olor de la sangre pronto atraerá a depredadores más peligrosos que yo, así que arrastro a toda prisa a mi cervatillo, mucho más ligero ahora que está eviscerado. He aprendido bien las lecciones de Salma, aunque fuera a base de ensayo y error y de pasar mucha hambre los primeros días.
Me he construido un campamento improvisado en uno de los árboles más cercanos al pedestal de la Espada Maestra, de tal modo que puedo vigilarla la mayor parte del tiempo. Sin embargo, han pasado casi tres semanas y no hay ni rastro de Dark Link (lo que es un alivio) ni de Link (lo que destroza las ilusiones que me había hecho).
Sin embargo, por primera vez desde que estoy en este cuerpo soy total y absolutamente feliz. El bosque parece envolverme, acogerme como nada en este mundo puede hacerlo. Rodeada de verde y de vida por todas partes, de energía pura y vibrante que late y se multiplica, perdida en un lugar donde no tengo que hablar con nadie, ni comportarme correctamente con nadie...
Oigo el chasquido de una rama, y por el sonido seco que indica un peso mayor que el de un gato montés, sé que lo que se acerca no es amigable. Suelto el cervato y salto a un árbol, abrazándome a sus ramas, trepando como una ardilla todo lo alto que puedo. Solo cuando sé que las ramas ocultan mi camisa gris moteada y el brillo de la vaina de la espada me atrevo a mirar abajo, confiando en que lo que quiera que se acerque esté distraído con el cervatillo muerto.
Cuando lo veo abajo, cierro los ojos y trago saliva, conmocionada. Antes pienso en ello y antes...
Dark Link se detiene junto al cervato y lo observa pensativo. Las marcas del cuchillo son evidentes, es obvio que ningún animal salvaje ha hecho eso; ahora está sobre aviso, estará alerta ante cualquier ataque. He perdido la ventaja de la sorpresa, y puede que eso sea decisivo.
Dark examina los alrededores del cervatillo muerto, pero al parecer no se le ocurre mirar hacia arriba; el ser tan pequeña y ligera me ha salvado en esta ocasión... aunque probablemente me cueste la vida en un combate real. Trato de no pensar en ello mientras Dark se da por vencido y se aleja de mi presa para caminar hacia el claro donde descansa la Espada Maestra. Yo lo sigo de rama en rama, saltando como una ardilla o un mono, tratando de no hacer ruido... aunque ni siquiera sé bien qué hacer.
Cuando entra en el pequeño claro iluminado por la luz del sol, bajo de los árboles, quedándome agazapada entre los matorrales.
No sé qué hacer. Debería saltar sobre él ahora, atacarle mientras está desarmado... pero tal vez la espada lo rechace.
Aferrándome a esa esperanza me quedo inmóvil, acechante, rogando a las diosas que no permitan que la Espada Maestra confunda a esta criatura aberrante con Link. Con el corazón encogido, veo a Dark acercarse al pedestal, caminando lentamente, mirando a su alrededor con los ojos entrecerrados. Me llevo la mano a la empuñadura de la espada, aunque sé que ya es tarde, que nada de lo que haga podrá impedir que intente sacar la espada del pedestal.
Deseo con todas mis fuerzas que no logre sacarla.
-Maldita cobarde - me insulto a mí misma, desenvainando mi propia espada despacio. La hoja sale de la vaina con su habitual silencio, un silencio en el que he aprendido a leer una amenaza -. ¿Espíritu guardián? No mereces llamarte ni conejo de la suerte, mocosa idiota...
Las manos de Dark Link rodean la empuñadura de la Espada Maestra, y yo percibo un sutil cambio en el aire. La sensación es parecida a las ondas que se provocan al lanzar una piedra a un estanque, como si algo muy delicado se hubiera roto en la atmósfera cristalizada del bosque. Me estremezco de pies a cabeza, mientras Dark tira suavemente de la espada.
Con un susurro de acero, extrae lentamente la espada del pedestal.
-No...
Dejo escapar mi desesperación en un suspiro quedo, apenas nada, pero aún así resulta escandaloso para el fino oído de depredador de Dark Link. Se gira despacio, con la espada desenvainada en alto, los rojizos ojos recorriendo los alrededores del bosque.
-Hashi - me llama de pronto, y yo me estremezco -. Hashi, sal. Conozco esta luz. Sé que estás aquí.
Respiro hondo varias veces.
-Soy un espíritu guardián - me recuerdo a mí misma -. Da igual que esté encerrada en un cuerpo diminuto... no me importa extinguirme si mi protegido vive.  No importa extinguirse, si tu protegido vive... - me muerdo el labio hasta sangrar -. Cobarde - me insulto, antes de ponerme en pie.
Los ojos de Dark relumbran suavemente al verme.
-Hashi - me saluda, girando lentamente la espada -. Debería hacerte pagar por lo que me hiciste en Kakariko. Debería hacerte pagar hasta que llorases suplicando tu muerte.
Yo me estremezco y aferro mi espada (su espada) con ambas manos, blandiéndola por delante de mí.
-Inténtalo - susurro. No aspiro a vencerlo, no aspiro a sobrevivir. Pero suplico a las diosas que me dejen lisiarlo, o hacerle el daño suficiente para que no pueda llegar hasta Link -. Vamos, Dark. Acaba esto.
Él sacude la mano con suavidad, con un gesto que creo que pretende ser tranquilizador... pero le sale desganado, como con desdén... como si no tuviera que molestarse en luchar conmigo para vencerme.
-Hashi. No quiero matarte ahora. Y no tengo tiempo para ti. Te voy a dar una oportunidad.
-¿Qué...?
-Corre.
Su voz se afila de pronto, pasa de ser el tenue susurro de la escarcha quebrándose a ser una daga de hielo rasgando cada centímetro de mi cuerpo. Me hace desear correr, gritar, huir, esconderme debajo de una piedra... quitarme la vida yo misma, antes de que él me atrape.
Soy un espíritu guardián.
-No.
Dark Link alza una ceja con gesto de... ¿sorpresa? ¿Desdén? No lo sé, y no quiero saberlo. Blando la espada con ambas manos, firme pero relajada, como Salma me enseñó.  La interpongo entre los dos, dibujando una línea imaginaria.
Por un momento, me asalta el pensamiento de que toda mi existencia solo ha tenido como objetivo que llegase aquí, ahora.
Vamos.
Dark Link se lanza sobre mí con un elegante movimiento felino. Su forma de atacar es hermosa, como si el tiempo se detuviese para que él pudiera moverse más rápido de lo que es posible para un ser corpóreo. La potencia de su salto, el modo de moverse sus músculos cuando alza los brazos para dejar caer la espada sobre mí... este depredador, esta perfecta máquina de matar, me ha elegido a mí como su presa.
Y yo tengo que estar a la altura.
La Espada Maestra de Link choca contra la espada oscura que yo blando, y un extraño quejido estremece el aire. Luz y oscuridad enfrentadas, encarnadas en dos aceros poderosos como nunca había visto ninguno. La Espada Maestra reconoce el acero de Dark Link y deja escapar un destello, a la vez que mi espada parece palpitar con una oscuridad profunda.
Sin perder tiempo, doy dos pasos hacia atrás, salto hacia la derecha mientras Dark sigue mis movimientos con su espada (la espada de Link) interponiéndose entre nosotros, en guardia, mirándome fijamente, con esos ojos como rubíes ensangrentados que me hacen estremecer. Apretando los dientes, salto dos veces hacia la izquierda para coger impulso, doy una voltereta y me sitúo a sus espaldas, descargando la espada sobre sus hombros.
Dark se agacha a una velocidad sobrehumana y alza la espada. Incluso de espaldas su filo detiene el mío, y yo me veo obligada a saltar hacia atrás para evitar su siguiente ataque. Gracias a la vida en el bosque, aún no estoy cansada, pero sé qué pronto lo estaré y entonces estaré indefensa.
La única ventaja con la que cuento sobre Dark Link es que yo vivo aquí, y él no. Doy una rápida voltereta hacia atrás mientras pienso en ello, concentrada en esquivar las estocadas de Dark y detener el filo de la Espada Maestra cuando no soy lo bastante rápida. Dark me ataca una y otra vez, sin mudar la expresión, serio, con sus estremecedores ojos fijos en mí. Sabe que es cuestión de tiempo que uno de sus golpes me alcance. Y sabe que yo también lo sé.
Hace un tajo circular y yo salto hacia atrás como puedo, doblándome por la cintura para evitar el golpe por unos pocos milímetros; tan pocos que la Espada Maestra rasga mi camisa de tela basta, y siento el frío que  Dark trae consigo arañar mi piel.
Tirito.
En un esfuerzo desesperado, me giro y corro, todo lo rápido que puedo. De los depredadores del bosque he aprendido que cuando le das la espalda a tu cazador, quiere decir que te has rendido y que ya apenas puedes hacer nada para conservar tu vida.
Corro.
El peso del escudo de acero de Dark Link es excesivo, así que lo dejo caer. Dejo caer también la espada y corro hasta refugiarme entre los árboles de Farone, de este bosque que me hace sentir en casa.
De los depredadores del bosque he aprendido que es mala idea dar la espalda a algo que quiere darte caza. Pero de los lobos solitarios he aprendido que a veces es mejor mostrar flaqueza antes de sentirla.
Me encaramo a un árbol todo lo rápido que puedo y me asiento entre sus ramas. Dark Link me dedica una mirada torva, aburrido.
-Puedes quedarte ahí, Hashi. Al fin y al cabo, el plan era que te fueras.
Envaina la espada (la Espada Maestra, la espada de mi protegido, la espada de Link) y se gira con expresión de desprecio. Yo suspiro, aliviada, y alzo las manos en el aire, como si sujetase un arco. Cierro los ojos, y me centro.
Casi al instante, el aire vibra y comienzo a sentir como la energía escapa de mis venas. Entre mis manos sostengo un arco de luz pura, con una cuerda tan fina que apenas la veo. La flecha montada en él es de un blanco resplandeciente, incandescente como el metal al fuego. Apunto con cuidado, recordando mi error de esta mañana, tratando de hacer más daño del necesario.
A pesar de todo, las manos me tiemblan.
Comento un minúsculo error al soltar la cuerda.
La flecha de luz atraviesa la clavícula izquierda de Dark Link, un buen trecho por encima del corazón, y brilla un segundo antes de desaparecer.
El gemelo oscuro de Link se desploma sin un gemido, y yo salto del árbol y corro hacia él, cogiendo la espada oscura antes de acercarme.
-Te lo advertí - susurro, y a pesar de mi victoria la voz me tiembla -. Bueno, tal vez no lo hiciera. Pero sabías que debo defender a Link hasta la muerte. Lo sabías.
Para mi asombro, veo correr dos lágrimas gemelas, diamantinas, por las mejillas de Dark Link. Los párpados cerrados le tiemblan.
-Hashi... no sabes lo que es mi vida - susurra, y de pronto su fría voz suena vulnerable, aterrada -. No sabes lo que es ser un condenado de un destino cruel, sufrir cada día de tu vida como aquellos a los que haces sufrir. Mi condena es arrasar con todo antes de que mi propio dolor acabe conmigo. Nunca sabrás lo que es la soledad, lo que es saber que cada criatura de este mundo te quiere muerta. Nunca lo sabrás... a ti las diosas te bendijeron. Eres una criatura de luz... protectora del favorito de las diosas.
Casi sin darme cuenta, dejo caer la espada oscura de entre mis dedos. Choca contra el suelo con un ruido sordo, mientras Dark Link abre sus ojos rojos y me mira con expresión atormentada.
-Acaba ya, niña espíritu. No tiene sentido alargar la agonía... no me humilles más.
Abro la boca, pero la cierro sin saber qué decir. La boca me sabe a sangre, la sangre que me corre por la barbilla por haberme mordido el labio de pura concentración.
No puedo matarlo. Es tan oscuro como yo luminosa y de pronto, siento que si desaparece el mundo estará mucho menos equilibrado. No puede ser que Link y yo vivamos, y él no.
Es como el Crepúsculo. La luz y la oscuridad no pueden convivir... pero la una no sería sin la otra.
Y Dark se parece tanto a Link...
-Hashi - susurra, con voz muy queda -. Bésame, Hashi. Una vez. Solo una vez antes de matarme. Por favor... no me dejes ir solo.
Cierro los ojos, inmóvil. Sí, quiero besarle, y es vergonzoso por mi parte. Yo le he atravesado con una flecha, yo he jurado matarlo para proteger a Link... pero sé que nunca sabré olvidarle.
-Emociones - murmuro, en voz muy baja. Como una maldición.
Me dejo caer de rodillas a su lado, y Dark Link se incorpora despacio, con un gran esfuerzo debido a su herida. Me sujeta las manos por los hombros y me besa mientras me quedo inmóvil, atrapándome en su red de hielo y terror.
No puedo parar de temblar. Estoy aterrorizada. Durante una eternidad sus labios helados se mueven contra los míos, mientras su lengua experta explora el interior de mi boca y sus manos recorren mi espalda con delicadeza, con la habilidad del que ha hecho esto un millón de veces, y lo hará un millón más.
No quiero que pare.
Pero para.
Se separa de mí mirándome fijamente a los ojos. Sus iris de sangre brillan de un modo extraño... tal vez como una advertencia.
-Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga - me dice, con voz monocorde -. Es hora de que lo aprendas, Hashi.
-¿Qué...?
Lo entiendo todo cuando la Espada Maestra se hunde en mi vientre. Siento como desgarra cada uno de mis músculos, como destroza mis entrañas, como choca con mi columna y la rompe antes de salir por mi espalda. Lo siento todo con una claridad meridiana, casi tan doloroso como el chasquido del corazón que no sabía que tenía. Siento la sangre deslizarse a ambos lados de mi cintura, el calor abrasador de su hoja.  Una oleada de sangre llega a mi boca desde mi vientre, cálida e intensa como la vida que está escapando con ella. Quiero gritar, correr, quiero hacer cualquier cosa menos quedarme aquí tendida sometida a este tormento.
Quiero morir.
-Me has dado un arma muy poderosa, Hashi - susurra Dark Link, mirándome a los ojos muy de cerca, con la delicadeza de un amante -. Y esperabas que no la usase... como todos los hylianos de este absurdo mundo.
Saca la espada de mi vientre y me tiende de espaldas con cuidado. Yo aprieto los labios, tratando de que la sangre no se me escape de la boca, tratando de no demostrar cuán profundo es mi dolor. Aunque creo que las lágrimas que corren por mis mejillas, los gemidos ahogados que no soy capaz de callar, el temblor de todo mi cuerpo... creo que todo eso me delata.
-No llores, pequeña - murmura, apartándome el pelo de la frente -. Tarde o temprano tendría que pasar. Yo...
De repente se queda en silencio, mirándose las manos, mirando la Espada Maestra. La suelta como si le quemase, y seguramente así sea.
Sonrío, e imagino que con los labios ensangrentados la mueca es más bien desagradable.
-Sangre de espíritu - barboto, entre pequeños regueros de sangre -. Te has delatado tú solo, Dark... la luz de mis venas... la espada no puede ignorarla... - me ahogo con mi propia sangre, trato de incorporarme o de girarme... o cualquier cosa, pero solo puedo escupir sangre.
Dark me agarra del cuello y me incorpora de un tirón.
-En cualquier caso, da igual. Me has traído mi espada de vuelta... la Espada Maestra yacerá contigo. Es lo justo, ¿no? La protegías viva para tu niño bonito, ahora la protegerás muerta.
Me acaricia la mejilla con delicadeza, y veo que las yemas de sus dedos se han vuelto negras, de un negro apagado, sin brillo. Veo hilos de esa negrura crecer por su piel.
La Espada Maestra lo ha marcado.
Me tiende de nuevo y me besa la frente con dulzura.
Me coloca la espada sobre el pecho y rodea la empuñadura con mis dedos helados. Yo veo el filo cubierto de mi propia sangre, las manos negras y ensangrentadas de Dark Link. El dolor me aplasta, amenaza con ahogar mi parte racional, y poco a poco, vuelvo a ahogarme con la sangre.
Cuando Dark está satisfecho con mi pose (seguramente destinada a herir a Link, no a consolarme a mí) se inclina sobre mi rostro y me besa en los labios una vez más. Lentamente, recreándose en el sabor de mi sangre, seguramente.
Le devuelvo el beso con lágrimas en los ojos.
Tenía razón. Le he dado un arma terrible, y esa arma ha acabado conmigo.
Se separa de mí despacio, con los labios ensangrentados. Hay algo raro al fondo de sus ojos, algo a lo que no sé ponerle nombre, pero mi visión se emborrona en los márgenes, y entiendo que estoy a punto de morir. Dark me sujeta la mano, mirándome con esos ojos insondables.
-Buen viaje, pequeña. No te olvidaré.
Abro la boca para responderle, pero ha pasado demasiado tiempo, el dolor ha alcanzado cotas intolerables. Y me falta demasiada sangre de las venas. Demasiada.
No siento las piernas.
Dark se pone en pie y se aleja de mi lado, y la oscuridad me envuelve y me engulle, acogiéndome en sus consoladoras profundidades.

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