sábado, 29 de diciembre de 2012

Twilight Princess (XVI)

Link

Kakariko es la desolación misma.
El pequeño pueblo enclavado entre los riscos está devastado, todas las casas han sido quemadas. La guerra ha pasado por aquí y ha dejado su temible huella. Los habitantes de Kakariko han abandonado el pueblo, se esconden en la Montaña de la Muerte; seguramente hayan buscado asilo con los goron.
A pesar de todo, exploro minuciosamente los restos que el ejército twili ha dejado a su paso, buscando algún rastro de vida, o algún amigo que no haya logrado escapar. Por suerte, no encuentro nada; los habitantes de Kakariko lograron huir a tiempo... o tal vez se llevaron a sus muertos consigo, pero eso no quiero pensarlo, no puedo pensarlo.
Más por desesperación que por otra cosa, me acerco al manantial del espíritu a lavarme y a curar la herida de mi costado. Pero todo se me olvida cuando veo un puñado de cabellos negros como el carbón flotando en la fuente, como algas enredadas.
-Hashi - susurro. 
Miro a mi alrededor, buscando alguna pista que me lleve hasta la niña espíritu, pero no hay ningún rastro reconocible. Salgo del manantial, desolado, preguntándome qué demonios le han hecho a Hashi, si he dejado a Midna sola para encontrarme con que mi amiga ya está muerta. Camino hacia el pueblo, pensando si volver al Crepúsculo con Midna, si ir a la Ciudadela a ofrecer mi ayuda a la Princesa Zelda para defender Hyrule de esta invasión, cuando veo una serie de gotas perfectamente circulares, de un color marrón oxidado. Un color que conozco bien, pues he debido limpiarlo de mis ropas verdes demasiadas veces.
Sangre.
Es muy poca sangre para ser de alguien que ha muerto desangrado, o de una persona herida gravemente. Pero tal vez no sea tan poca sangre para alguien que ha estado al límite de la muerte por desangramiento. Aferrándome a esa esperanza, sigo el tenue rastro de sangre a través del Cementerio, hasta la entrada de la tumba del rey zora... que está bloqueada por un inmenso montón de piedras.
¿Estará Hashi encerrada ahí dentro? ¿Quién la encerraría, y por qué? Retiro la primera de las rocas, dudando, sin atreverme a ilusionarme. Tardo apenas unos minutos en retirarlas todas, y poco más en gatear hasta el interior de la cueva.
-Tú.
La voz está tan cargada de odio que me estremezco inconscientemente. Hay algo terriblemente familiar en esa voz, algo atrapado entre los matices helados de una voz que suena como un espejo al romperse. Aguzo la vista; al otro lado del pequeño lago interior, hay una figura oscura que me mira fijamente. Mis ojos tardan aún unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad, pero cuando lo hacen, tengo que tomarme unos segundos para dejar de dudar si lo que estoy viendo es real.
Myrho no me dijo más porque no hay forma de explicarlo. Lo que hay al otro lado del estanque es, sin lugar a dudas, él, esa criatura que aterrorizaba al paje twili más que nada en el mundo. El engendro que me ha arrebatado a Hashi, que la ha apartado de mi lado.
-¿Dónde está Hashi?
La criatura al otro lado del lago deja escapar una carcajada rota, burlona.
-¿Ni siquiera me vas a preguntar quién soy, pequeño idiota? ¿Hashi y eso es todo?
Aprieto los puños, los antebrazos temblándome. No quiero saber qué es, no quiero saber de dónde ha salido. Es como mirarme en un espejo cruel y deformado, como ver mi reflejo en el agua negra de un estanque podrido. Esa criatura, esa aberración que me mira con los ojos destellando de odio no debería existir. No quiero saber quién cree ser.
-¿Dónde está Hashi?
-Se ha marchado - escupe, con una mueca de odio deformando sus blancas facciones -. Se ha largado. Me dejó herido, con una botella de poción roja, pero el sacerdote hijo de puta se la llevó y ordenó que tapiaran la entrada antes de irse...
-Hizo bien - le interrumpo, dándome la vuelta para irme.
-¡Espera! - grita, y es como escuchar un glaciar quebrarse; me paraliza del mismo modo - ¿Vas a marcharte?
Me encojo de hombros, sin volverme.
-¿Prefieres que te mate? Me muero de ganas.
-Me ahorrarías sufrimiento, así que no te diré que no - replica, con la voz cargada de sarcasmo -. Pero tu mocosa me dejó con vida, y con posibilidad de curarme. Hashi me quería vivo. Piensa en ello, héroe - la última palabra suena como un insulto en sus labios.
-Hashi tiene catorce años.
-Bravo, muchachote, le sacamos cinco, qué mayores somos - replica, burlón -. Por cierto, Hashi tiene exactamente tu misma edad. Podemos decir que es mayor, la crearon cuando te engendraron.
Me vuelvo lentamente, helado. ¿Qué sabe él de Hashi? ¿Qué sabe él de mí?
-¿Cómo sabes eso?
La sonrisa de mi siniestro doble es sardónica y cruel.
-Lo sé. Yo nunca miento, Link. Al fin y al cabo, soy tú, ¿verdad? Y tú no mientes. Se puede hacer mucho más daño con una verdad inesperada que con mil mentiras.
-No eres yo - susurró, apretando los dientes -. Aléjate de Hashi, bastardo. Me da igual lo que creas saber de nosotros, de ella o de mí. No eres nada ni nadie, y te mataría ahora mismo de no ser porque ella te dejó vivo.
-Valiente héroe estás hecho - responde, sin mudar un ápice la expresión de su rostro -. Me matarías solo porque no te gusta lo que ves. Porque temes convertirte en lo que yo soy. ¿Empiezas a dudar, Link?
-Te mataría por lo que le has hecho a Hashi. Te mataría porque has propiciado esta situación. Te mataría porque por tu culpa, Midna, Zelda y todo Hyrule están en peligro.
-Pero no me matarás - dice, y entre todas las afiladas aristas de hielo de su voz me parece reconocer una nota de alivio.
-No se me ocurre nadie aparte de Hashi pudiera hacerte esas heridas - digo, señalando con un gesto los cortes quemados de sus hombros -. Está claro que pudo matarte y te dejó vivo. No sé por qué lo hizo, pero confío en ella.
Es una decisión difícil, sobre todo porque temo que el único motivo por el que Hashi le dejó con vida fue que le falló el valor a la hora de matarlo. Pero al fin y al cabo, ella ha cuidado de mí desde que yo era un niño, o eso sospecho (y este engendro a venido a confirmar mis sospechas...). Debo confiar en ella.
-Me dejó una botella de poción roja - apunta mi repugnante gemelo, con una sonrisa servicial que es una parodia de amabilidad.
Aprieto los dientes, furioso. Esta aberración está tentando a la suerte, pero en cualquier caso, no hay mucha diferencia entre matarlo ahora o dejarlo morir a causa de las heridas. Tanteo entre mis bolsas y le lanzo una botella de poción mediada. Él por poco la deja caer, pero la atrapa y tira con ansia del tapón. Sus brazos heridos no reúnen la suficiente fuerza como para abrir el corcho... entonces entiendo el plan de Hashi.
Sonriendo, me doy la vuelta, mientras el engendro queda a mis espaldas forcejeando con la botella.
-Nos volveremos a encontrar, Link - dice de pronto, entre jadeos de esfuerzo -. Tú y yo somos cara y cruz de una misma moneda. Estamos destinados a encontrarnos.
No me molesto en volverme, porque temo matarlo si lo hago, y no sé si quiero responder ante Hashi por ello.
-¡Por cierto! - grita, y su voz tiene un tono divertido - El Castillo de Hyrule está sitiado, toda la Ciudadela está refugiada dentro en estos momentos. No tardarán en empezar a morir de hambre. Oh, y Ordon está siendo atacado, también. Y Midna está sola en el Crepúsculo... y tu hermana Hashi corretea por ahí sola y herida. ¿Qué vas a hacer, Link? ¿Qué va a hacer el gran héroe con esta situación? - estalla en carcajadas crueles - ¿Vas a defender a Zelda, como es tu obligación? ¿Volverás a tu hogar a salvar a esa niña insulsa a la que diste tantas esperanzas para luego romperle el corazón? Oh, cierto, lo olvidaba, ¿irás a intentar arrojarte a los pies de Midna? Tal vez te perdone si te humillas lo suficiente. Y Hashi... ¿te sientes preparado para perseguir una mota de luz por todo Hyrule? Nunca la encontrarás... y te garantizo que la he cambiado lo suficiente para que no reconozcas a la niña idiota que era en quien es ahora - rompe a reír de nuevo, entre jadeos, mientras sigue forcejeando con el tapón de corcho de la botella.
Salgo del pequeño lago interior, y por pura rabia, vuelvo a sellar la entrada con rocas, solo para que sufra tratando de salir. Eso, si logra abrir la botella de poción roja.
Maldito bastardo.
Sin embargo, todo lo que ha dicho es cierto. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer?
El corazón me pide que vuelva al Crepúsculo con Midna, Que le pida perdón y me quede con ella, pues está más que claro que mi supuesta hermanita sabe cuidarse sola.
Sin embargo, sé que debo ir al Castillo de Hyrule, con Zelda. Es mi destino... algo me dice que es allí donde se me necesita.
Aprieto los dientes, furioso conmigo mismo por ser tan débil, furioso con el engendro que he dejado encerrado por saber tan bien qué me dolería, furioso con Hashi por ser tan absurdamente imprudente e inocente, furioso con Midna por no haber venido conmigo, furioso con los habitantes del Crepúsculo por no entender que Zant solo buscaba el poder, y que su sucesor quiere lo mismo.
El Maestro Zeinan es el que ha iniciado esta guerra. Y está en la Ciudadela, tratando de capturar a Zelda. Si logro acabar con él, tal vez termine con esta guerra, y podamos volver a vivir como antes.
-Que las diosas me perdonen - murmuro, tanteando hasta dar con el silbato de cerámica que fue un regalo de Ilia -. Y que Midna, Hashi e Ilia también sepan hacerlo.
Epona acude rápidamente a la llamada del silbato, sacudiendo la cabeza con alegría por verme de nuevo. Le acaricio la frente, el belfo y el carrillo, antes de saltar a su lomo. Epona es una buena yegua, fuerte y mucho más valiente de lo que suelen serlo los caballos. No sé cómo demonios voy a cruzar el sitio hasta el Castillo de Hyrule, pero de algún modo habré de ingeniármelas. Epona sabrá hacerlo, conmigo.
Suspiro. A veces desearía que las diosas no me hubieran elegido a mí.
-¡Hyaah!
Epona se lanza al galope, y yo dejo que el viento me revuelva el pelo y se lleve ese último pensamiento cobarde, porque necesitaré todo mi valor para lo que me espera.

Sigue leyendo... Twilight Princess (XVII)

No hay comentarios:

Publicar un comentario