jueves, 27 de diciembre de 2012

Twilight Princess (XV)

Hashi

Corro. Corro hacia delante, a ciegas, y por enésima vez maldigo mi piel, mi capacidad de sentir. Cada paso es una agonía, parece que cada centímetro del suelo está cubierto de cosas afiladas y cortantes que no tienen otra función que rasgarme las plantas de los pies, y tengo que correr, y mucho. Maldigo una vez más mi testarudez, mi negativa a ponerme zapatos hasta el último momento, aunque no quiero pensar que me hubieran quitado los zapatos para clavarme todas esas... agujas.
Corro. Corro sin pensarlo, buscarlo algún lugar donde refugiarme, aunque temo que no daré con ninguno. La pradera de Hyrule está desierta, pero la hierba se ve pisoteada y la tierra revuelta. Por aquí ha pasado un ejército, o varios, y no necesito que nadie me lo diga. Incluso en plena noche puedo saber eso.
Hace un frío brutal, y mi vestido está desgarrado y de cualquier modo, hubiera sido demasiado fino. Ni siquiera correr me hace mantener el calor, porque el escudo y la espada de Dark Link, sujetos a mi espalda, están helados, y su frío me cala en los huesos. Tengo que detenerme y encender un fuego, pero no sé hacer fuego.
Valiente guardiana estoy hecha. Pretendía proteger a Link... y no soy más que una niña inútil que solo puede correr de un lado a otro, completamente aterrada.
De pronto, veo una fogata unos metros más adelante. Entrecerrando los ojos, veo que no hay más que una figura a su lado, así que detengo mi loca carrera y me aproximo en silencio, tratando de no ser descubierta. Si el dueño de la hoguera es amigable, podré calentarme con él, y tal vez me dé algo de alimento... si no, bueno, espero que la espada de Dark esté bien afilada, porque si he de depender solo de mi escasa habilidad, mejor sería estar muerta.
Junto a la hoguera hay una mujer, una mujer que ya he visto antes y que es tremendamente extraña. Lleva el pelo, negro como el mío, recogido en dos trenzas y sujeto por dos extrañas piezas metálicas a ambos lados de la cabeza, y luce un raro flequillo en forma de triángulo. Se cubre con piezas de una enorme armadura; mientras que su brazo izquierdo está totalmente cubierto, del derecho solo se protege el antebrazo, y un firme corsé metálico ciñe su cintura. Las piernas están protegidas por unas altas botas metálicas hasta la rodilla; por encima de ellas, solo hay un ceñido pantalón rojo, adornado por algunas tachuelas doradas. Una larga espada cae sobre su cadera izquierda, bien envainada, aunque no dudo que estará afilada como una navaja de afeitar.
Salma, la hija del Caballero Desterrado. ¿Qué hace aquí, en medio de ninguna parte?
Me acerco a ella en silencio, evaluando la situación. Conozco a Salma. La vi durante mis viajes con Link, y sé que es amigable, una buena persona, en general. Pero ¿puedo confiar en ella ahora? Lo último que supe es que partió con Shad y Perícleo a estudiar las esculturas que apasionaban al primero.
Yo conozco a Salma, sí. Pero ella no me conoce a mí.
-Con el ruido que haces, podría haberte ensartado como a una aceituna hace un buen rato - bufa de pronto, y yo me pongo en guardia como puedo; alzo la mano hacia la empuñadura de la espada y tiro, pero va más dura de lo que creía y se me atasca -. Deja que adivine, solo por cómo suenan tus pasos: chica. Joven, doce o trece años. Unos... cincuenta kilos. Y absolutamente aterrorizada.
Enrojezco hasta la raíz del pelo, avergonzada. Todo lo que ha dicho es verdad. Salma se vuelve con una deslumbrante sonrisa en su redondeado rostro, y mira la mano con la que trato de desenvainar la espada.
-Sácala - me dice, mirándome con interés -. Venga, muchacha, desenfunda tu acero.
Tiro de nuevo, y ella niega con la cabeza.
-Estás inclinando el brazo. Tienes que tirar en paralelo a la vaina, o se atascará, como te esta pasando. Vuelve a probar, pero echa el brazo más hacia atrás. Que la hoja y la vaina estén alineadas cuando tires, no la hoja inclinada hacia ti.
Sigo sus instrucciones, y para mi sorpresa, la hoja sale de la vaina sin ningún problema. Sin un sonido.
Salma y yo nos quedamos mirando la espada en silencio.
Hay algo en esta espada que me pone los pelos de punta, como un gato listo para atacar. La hoja es negra como el carbón, pero no se trata solo de eso; parece absorber la luz de la hoguera, la de las estrellas, como si fuera un enorme agujero negro dispuesto a tragar hasta la última chispa de calor del mundo. Seguramente, para eso la quiere Dark.
Y además, está su inquietante silencio. Todas las espadas que he visto en mi existencia cantan una canción particular cuando las extraes de la vaina, un sonido de metal contra metal que es al mismo tiempo amenaza y grito de guerra, un sonido que avisa de la muerte, del combate que se avecina.
La espada negra de Dark Link no emite ningún sonido al salir de la vaina. Sale, y mata. Sin más.
-Bueno, esa es una espada sin duda... interesante. ¿Quién eres, chica?
-Hashi. La hermana pequeña de Link - digo sin dudar, y me doy cuenta de que mi voz suena extraña, oxidada y ronca.
Salma me mira con extrañeza, y de pronto parece darse cuenta del estado de mis ropas, de mi radical corte de pelo, de que voy descalza y estoy llena de rasguños y arañazos, por no hablar del corte en la sien que me ha hecho Dark Link y que no ha llegado a curarse del todo en el manantial del espíritu; en ese momento, estaba más preocupada por recuperar energía que por curarme.
Los ojos de la guerrera se cubren por una película de tristeza.
-Vivías en Kakariko, ¿verdad? Link debió dejarte allí antes de ir a... adondequiera que fuera cuando nos dejó - murmura con amargura.
Yo asiento, sin saber bien qué decir, y Salma sacude la cabeza.
-¿Dónde está tu hermano, chica?
-Me llamo Hashi - digo, molesta -, y mi hermano está en el Crepúsculo.
Los ojos de Salma se estrechan peligrosamente al oír mis palabras, y por un momento me arrepiento de haberlas dicho, pero luego la mujer vuelve a mirar al suelo sin rastro de rabia.
-Fueron twili los que se llevaron a Shad - dice, suspirando, y entiendo el motivo de su furia -. ¿No eran Link y la Reina Zelda amigos de la Princesa del Crepúsculo? ¿Cómo han podido hacernos esto?
Yo niego con la cabeza, tan triste como ella.
-No creo que Link o Midna, y mucho menos Zelda, sepan lo que está pasando aquí.
Salma suspira de nuevo, y veo algo extraño en sus ojos, algo que nunca había visto antes... la poderosa guerrera está al borde de las lágrimas. Pero en un segundo todo desaparece, y me mira de arriba a abajo con nuevos ojos. Su mirada se detiene un segundo en la espada.
-¿De dónde la has sacado?
Apenas tardo un segundo en decidirme. Le cuento todo lo que sé, todo lo que he oído y lo que he vivido, aunque omitiendo que estuve con Link en el Crepúsculo y que soy un espíritu. Simplemente, finjo que vivía en Kakariko cuando Dark Link, sabiendo quién era yo, se encaprichó conmigo y me secuestró. Esta mujer fue miembro de la Resistencia, y no dudo que podría ayudarnos de nuevo. Tal vez las dos juntas podamos hacer algo útil, o al menos, podría decirle algo que la ayude a detener a Dark Link y al Maestro.
Ella vuelve a mirarme, evaluadora.
-¿Por qué te llevaste la espada? - pregunta, y yo misma me lo pregunto por primera vez.
-Creo que me sentía desprotegida, y también quería debilitar a Dark Link.
Salma sonríe.
-Vale. No te veo mucho más protegida, chica, pero creo que has hecho bien quitándole esa espada. Me recuerda a la espada de tu hermano... pero de un modo mucho más desagradable, degenerado.
Yo asiento, porque me pasa exactamente lo mismo.
-Bueno, en cualquier caso, tienes que aprender a usarla, saco de huesos.
-Me llamo Hashi - repito, enfadada, pero Salma se limita a sonreír de nuevo.
-Agárrala con más suavidad, saco de huesos. Parece que estás sosteniendo una serpiente que está a punto de morderte, y no es ni mucho menos así. Esa espada es una prolongación de tu brazo, y morderá a aquellos a quienes tú quieras morder. Relaja los dedos y la muñeca ¡no tanto, saco de huesos! Relajada pero firme. Es parte de ti, ¿podría caérsete una parte de ti? Ni mucho menos. Esa espada es tuya, tú eres parte de ella. Cuanto antes entiendas eso, mejor.
No puedo evitar una sonrisa. Salma es una maestra muy distinta de Link, mucho más impaciente y brusca, pero hay en ella auténtica pasión, y parece saber bien lo que hace.
-Eso es, mucho mejor. ¿Sabes algo de esgrima? ¿Algún movimiento básico?
Asiento con entusiasmo y le enseño lo poco que Link ha tenido tiempo de mostrarme. No es mucho, y esta espada pesa mucho más que la que he estado usando, pero Salma asiente, satisfecha.
-Al menos, no partirás de cero. Escúchame bien, saco de huesos; tienes que hacer tuya esta espada. Tiene que pertenecerte de tal modo que Dark Link jamás pueda quitártela de nuevo. El filo es mucho más ancho de lo que convendría a una criatura tan enclenque como tú, pero tendrá que servir. Dado que la espada no se adapta a ti, tendrás que adaptarte a la espada. Escucha bien lo que voy a decirte, porque no te lo repetiré.
-De acuerdo.
Salma se sienta frente a la hoguera, con los oscuros ojos perdidos en las llamas.
-Vas a tener que endurecerte, chiquilla. Mírate las manos, ¿qué ves?
Extiendo mis manos de dedos largos y finos, unas manos a las que ni yo misma he llegado a acostumbrarme. Finas, delicadas, blancas. Salma me muestra las suyas; grandes, fuertes, morenas y callosas, las manos de una guerrera.
-Mi padre, en las montañas, me enseñó que si vives en un lugar duro, debes ser más dura que él. Te ha tocado una época dura, y vas a tener que endurecerte, saco de huesos, o esto podrá contigo. El pelo corto es buena idea, pero apenas es el comienzo. Dark Link se ha encaprichado contigo, y huir no va a bastar; tarde o temprano tendrás que enfrentarte a él, y lo harás sola.
-¿No vas a estar conmigo? - pregunto, sorprendida, y casi al segundo me arrepiento de mi propia estupidez.
Salma sonríe, y es una sonrisa melancólica y enigmática.
-Si realmente eres hermana de Link, podrás con esto. No podemos perder el tiempo, Hashi. Yo debo ir a la Ciudadela, al Castillo de Hyrule, a ofrecer mi espada a la Reina Zelda; necesitará toda la ayuda posible, sobre todo si el Héroe de Hyrule está ausente.
-¿Y yo? - murmuro.
-Solo es una suposición... pero creo que Dark Link tendrá prisa por acabar con el reino de Hyrule, y no podrá perder tiempo buscándote. Así que va a necesitar una espada nueva, una espada tan buena como esta, o mejor. ¿Te imaginas cuál?
-La Espada Maestra.
-Sí - asiente Salma -. Hashi, esto no te va a gustar... pero tú vas a defender esa espada, al menos hasta que pueda enviarte a alguien más. Sé que no quieres enfrentarte de nuevo a Dark Link, pero alguien debe hacerlo, y siendo hermana de Link, tú eres la más adecuada. Porque eres su hermana pequeña, ¿verdad?
Suspiro; Salma no me cree, pero quiere creerme. Quiere que yo sea la hermana del Héroe de Hyrule para creer que aún hay una pequeña esperanza.Y yo soy la hermana de Link.
Tengo que serlo.
-Iré. Solamente dime lo que tengo que hacer.
Salma sonríe, y es la primera sonrisa real que le veo.
-Primero, desaparece. Si realmente eres la hermana de Link, serás el blanco de todos los enemigos de tu hermano. Escóndete, cúbrete la cara, haz lo que tengas que hacer, pero esfúmate. Mantente fuera del alcance de tus enemigos, que tu destino sea un secreto. Viaja de noche y duerme de día, o no duermas en absoluto. Cuando llegues a la Arboleda Sagrada, establécete allí, haz un pequeño campamento, un refugio, y empieza a arreglar el desastre que eres. Mírate: flaca, blanda y blanca, débil y pequeña. Las mujeres somos pequeñas, pero podemos ser rápidas, ágiles y fuertes, ¿entiendes?
Yo asiento con seriedad, tratando de recordar cada palabra que sale de los finos labios de Salma.
-Come todo lo que puedas. Esta espada está hecha para alguien más fuerte y más pesado que tú. Come, coge peso, entrénate con ella. Tienes que ganar resistencia y fuerza, tienes que convertirte en un oponente digno para Dark Link. Aprende a caminar por el bosque, a fundirte con él. Aprende a cazar, porque con eso aprenderás mucho sobre la batalla.
Salma me da instrucciones sobre cómo hacer fuego, afilar una espada (aunque no creo que a mi nueva espada le haga ninguna falta), unas rápidas nociones de lucha, ejercicios que puedo hacer a diario para ganar fuerza y resistencia, cómo despellejar un conejo y otro montón de cosas que necesito saber para sobrevivir sola en el bosque de Farone. Me señala las rutas más rápidas para llegar hasta allí, y finalmente rebusca en sus bolsas hasta sacar un par de botas de cuero.
-Calculo que gastamos el mismo pie, saco de huesos - dice, tirándomelas -. Las llevaba por si la Reina Zelda se escandalizaba por mi aspecto poco femenino, pero creo que tu las necesitas más. Y... - farfulla, rebuscando de nuevo -, ah, aquí está. Es solo un repuesto, pero creo que será mejor que ese vestido tuyo, ¿verdad?
Yo cojo la camisa de tela basta gris que me ofrece. Es muy grande para mí, y larga; me llega casi hasta las rodillas, podría usarla como un jubón. Me quito los restos del vestido y me la pongo, comprobando cómo me queda; las mangas son demasiado largas, pero por lo demás no está nada mal. Agobiante, claro, pero es mejor que el frío.
Salma me mira con una ceja alzada, sorprendida por mi falta de pudor.
-Eres condenadamente rara, saco de huesos, ¿lo sabías?
Yo niego con la cabeza, riéndome entre dientes.
-Eres la primera persona que me dice eso.

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