lunes, 18 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXVII)

Midna

Nos ha dejado atrás.
Se que en medio de la guerra debería pensar en cualquier otra cosa, pero en días como hoy no puedo evitarlo. Son los días en los que me dejo consumir por la pena, los días en los que permito que la tristeza me cale hondo.
Arrogante y estúpida criatura de sombras.
¿Por qué no tuve el coraje de bajar de mi ave y abrazarlo? ¿Por qué no grité su nombre, por qué no dejé de lado el orgullo? ¿Por qué no lo besé, maldita sea?
Se fue. Aquella fue la última vez que lo vi, con los ojos destellando en el rostro manchado por su propia sangre, la expresión de duda, sin saber si acercarse, si dejar la espada... sin saber si yo lo perdonaría. Cuando yo nunca pude odiarlo.
Me dejo caer en la cama, en mi tienda improvisada, mientras Salma y Sera entran en ella a paso rápido. Sera me saluda con una rápida reverencia, Salma apenas se digna a sacudir la cabeza en señal de reconocimiento. La guerrera humana no me reconoce como superior, si no como igual, y dado que en su canon eso es un cumplido, no puedo ofenderme por ello. Al fin y al cabo, no hay tantas personas a las que Salma considere a su mismo nivel.
Sera se acerca a mí con un mapa entre las manos; la joven twili es toda una desertora, se pasó a nuestro bando tras la batalla que acabó con el sitio al Castillo de Hyrule. Los súbditos han comenzado a llamarla "la Batalla de Midna", algunos incluso "La Batalla de la Princesa del Crepúsculo", y aunque suene horriblemente rimbombante, he de reconocer que no me desagrada. En absoluto.
-Sera, no me aburras. ¿Hay algún cambio?
La muchacha entorna sus gigantescos ojos violetas, al parecer contrariada, pero niega con la cabeza, fiel a la petición que le he hecho. Porque la guerrilla es aburrida. Si Zelda supiera lo que pienso, tal vez pusiera el grito en el cielo - aunque lo dudo, la elegante Reina de Hyrule jamás haría algo tan desagradable -, pero sencillamente no puedo evitarlo. Los días son idénticos, uno tras otro, una semana trás otra, un mes tras otro. El matar y morir se ha convertido en una rutina para nosotros.
Ya hace casi un año que Link se fue.
Querría llamarlo. Querría gritar su nombre a los cuatro vientos, sobrevolar Hyrule entero hasta dar con él. Mirarle a los ojos y... y pedirle que me diga la verdad. Que me diga que hacer. Que me permita quedarme a su lado o que me eche.
Porque la incertidumbre es una tortura demasiado lenta.
Sacudo la cabeza, tratando de centrarme en el presente, y miro a Salma suspirando. Sé por qué está aquí. Ha venido a hacerme las mismas dos preguntas desde el momento en que acampamos en la linde de Farone, esperando que la respuesta sea afirmativa en algún momento. No sé si pregunta por cariño o por simple curiosidad, pero en cualquier caso, yo no puedo darle lo que busca.
-¿Hay alguna noticia de Link?
Niego con la cabeza despacio, mirándola fijamente a los ojos. Salma asiente, como de costumbre, sin dejar que las emociones nublen su semblante. 
-¿Se sabe algo de Hashi?
-No - respondo, con firmeza -. Serás la primera en saberlo si la niña espíritu vuelve a aparecer - añado, como de costumbre. 
Este intercambio de frases ya se ha convertido en un ritual para nosotras dos, y a veces pienso que a estas alturas, simplemente ninguna quiere ceder antes que la otra. Es el único motivo que se me ocurre para no ponerle fin.
Porque el día que Link vuelva, todos lo sabremos. 
Y Hashi no va a volver.
-¿Hay alguna noticia de la Ciudadela, Sera?
Sera sacude la cabeza, rebuscando entre sus papeles, con el ceño fruncido.
-Un mensaje un tanto extraño del Rey Ralis. Nos transmite las palabras de su prima Rutane, al parecer la joven ha insistido en que te sean transmitidas a ti. Al parecer, Link le pidió que hiciera algo, no especifica muy bien el qué, dice que no lo entenderíamos... - Sera alza las manos, al parecer frustrada -. Dice que la chica está convencida de que aparte de Link, nadie más que tú puede entender esto: "La sombra se mueve. Ha robado el poder de los mundos." La verdad, no sé qué...
-¡Midna!
Perícleo irrumpe en la tienda, visiblemente agitado, y señala al exterior con un brazo tembloroso. La voz del hombre es trémula cuando comienza a hablar.
-Midna... Princesa... Vuestro hermano... está...
-Zant murió - interrumpo, y por un segundo me asalta un recuerdo del niño que fue, de los juegos compartidos bajo el cielo siempre cambiante de nuestro hogar -. Zant está muerto.
-No, Princesa, no... Zant está allá afuera, en Farone... sembrando el pánico entre nuestras filas... los vuestros se han vuelto contra nuestros soldados...
Por el rabillo del ojo, veo como Salma se lleva la mano a la espada y clava la vista en Sera, con todo el cuerpo en tensión, lista para reducirla si la joven twili muestra algún signo de atacarnos.
Pero Sera sacude la cabeza, incrédula.
-No puede ser... nuestro Rey... quiero decir, el Usurpador... - se corrige, azorada, sin atreverse apenas a mirarme -. Él murió. Murió y con él debiera haber muerto la guerra. No puede ser.
Yo cierro los ojos, acongojada. Lo único que impide que Sera, y que a saber cuántos otros twili, vuelvan a las filas del Crepúsculo es la duda. La incredulidad sobre el hecho de que mi hermano pueda estar vivo y comandando de nuevo esta guerra absurda.
-Vamos a comprobarlo, Perícleo. Mi hermano está muerto, Link lo mató. Acabemos con esta farsa, ni siquiera el verdadero Zant es rival para mí.
Salimos de la tienda a paso rápido, y yo me dirijo hacia mi ave. Me he acostumbrado a montarla durante las batallas, y los soldados hylianos se han acostumbrado a verme sobre ella. Telma dijo una vez que les hace sentir más seguros, que verme sobrevolándolos les recuerda que estoy aquí, con ellos, que algunos de los míos aún sabemos distinguir entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Solo puedo rogar a las diosas para que al final del día siga siendo así.

Mi "hermano" nos espera en la linde del bosque.
He de reconocer que, incluso desde esta distancia, parece él. Lleva el mismo casco que solía usar mi hermano, y se mueve del mismo modo, como una marioneta con los hilos enredados. Incluso su voz al saludarme suena igual de lo que era cuando murió, chirriante y aguda:
-¡Hermanita! Te he echado de menos, mucho, muchísimo - grita, alargado las vocales. Sus labios, que son todo lo que el casco me permite atisbar, se retuercen en una macabra burla de la sonrisa que solía dedicarme cuando solo éramos niños -. ¿Tú me has añorado a mí?
-Mucho - respondo, haciendo un esfuerzo porque mi voz llegue a todos, sin que llegue a temblarme o a sonar demasiado aguda -. He añorado a mi hermano cada día desde que enloqueció y me usurpó el trono. Pero mi hermano está muerto. No está aquí. 
El falso Zant me responde con una larga carcajada, burlona, aterradora. Incluso yo he de reconocer que se parece mucho a mi hermano, que actúa como él. De no ser porque fue Link quien lo mató, yo misma me permitiría dudar. De no ser...
-¡Mi hermano esta muerto, embustero! ¡Quítate ese casco y muéstranos tu verdadero rostro!¡No te atrevas a jugar con mi familia, maldito! 
El falso Zant ríe de nuevo, alzando los brazos al cielo.
-¿Quieres verme, hermanita? Pues bien... mírame.
Un murmullo recorre las filas de soldados a mi alrededor cuando el twili al otro lado del claro se quita el casco, y un estremecimiento sacude a todos los twili presentes... incluyéndome a mí.
Desde la linde del bosque, el rostro que más veces he visto desde que era una niña nos dedica una sardónica sonrisa, mostrándonos sus dientes afilados, sus labios pálidos, sus ojos mortecinos y refulgentes como brasas. Mi hermano ladea la cabeza con expresión de suficiencia, y alza una mano hacia mí.
-¿Sorprendida, hermanita? ¿Me creías tan débil como para que la muerte pudiera retenerme? - deja escapar una suave risotada, antes de sacudir la cabeza -. He vuelto. Y no me robarás lo que es mío tan fácilmente esta vez.

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